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Florencio Patón es inspector jefe de la UDEV de la comisaría de policía de Pozuelo de Alarcón. Odia su nombre y su apellido, ha sufrido un mal divorcio y ha de soportar a un hijo que, sin trabajo y próximo a la treintena, dedica su tiempo a cazar Pikachus con sus amigotes. Está cansado de su trabajo, tal vez también de la vida, espera el pase a la segunda actividad y, en su existencia, hay pocos alicientes aparte de su desmedida afición a las series y a las buenas películas. Tiene entre quienes lo conocen fama de bebedor, de algo machista y de hacer gala de una cierta radicalidad en sus opiniones. A su comisaría llega una mañana, aterrorizado, Alberto Luis Conesa, célebre presentador de una tertulia televisiva del corazón, para denunciar que a su casa ha llegado un anónimo en el que, so pena de muerte, se le conmina a revelar su secreto. La investigación le es encomendada, para su desesperación, al inspector Patón, que se ve obligado a iniciar sus pesquisas entre gente periodistas de medio pelo, colaboradores televisivos- de la que le gustaría hallarse lo más lejos posible. Cuando tres famosos tertulianos televisivos aparecen asesinados y otros se ven obligados a revelar en antena sus más inconfesables secretos, lo que para el inspector Patón comenzó siendo una tarea deleznable terminará convirtiéndose en una investigación apasionante de la que no deseará ser apartado cuando el caso sea asumido por la Brigada Central de Investigación de Delitos contra las Personas. Matad al tertuliano es una novela negra que cuenta con todos los ingredientes de las más clásicas intrigas policíacas y que tiene un final tan sorprendente como inesperado. Pero es más, mucho más. Es, al tiempo, una cruda radiografía de los entresijos de las tertulias televisivas y una crítica descarnada del periodismo y de los medios de comunicación. Todo ello con el hilo conductor de un personaje tan odioso como fascinante, ante el que el lector no se podrá sentir indiferente.